domingo, 31 de julio de 2011

Waka Waka


Tomada del portal elzancudo,net
del periodista y escritor Arturo Soto Murguia
30/Julio/2011
A propósito de Chakiras, han de saber que el jueves por la noche me aventé tres… horas decidiendo si asistía o no al concierto de la colombiana a la que un día Piqué… le declaró su amor y ahora la trae a maltraer y dicen que ya ni canta, nomás se pasea en burritos y hace playbacks en sus conciertos.
Finalmente decidí abstenerme de acudir al Héroe de Nacozari, donde según me cuentan las cosas no salieron del todo bien. El público hermosillense no respondió como esperaban los organizadores, que ya sacaban cuentas sobre una asistencia de 26 mil almas, pero la asistencia no llegó ni a la mitad de esas expectativas, lo cual se entiende entre otras cosas por el piojo marca Acme que merodea a las familias hermosillenses, más preocupadas por tramitar su tarjeta prepago para acceder al subsidio de dos pesos a la tarifa del transporte urbano.
Y es que los precios de los boletos tampoco estaban así como para desatar compras de pánico. El estado Héroe de Nacozari fue habilitado como escenario para el concierto de la chikirrikis, dividiéndolo en zonas para privilegiados, para columpios y clases medias exageradamente estables, así como la perrada que rompió el cochinito para alcanzar un lugar en las gradas.
En la Zona Diamante, que era la más cercana al escenario, los boletos tenían un costo de 3 mil 800 pesos, lo que equivale a poco más de un mes de trabajo para los trabajadores del salario méndigo. A esta zona sólo pudieron acceder los que de plano están bateando por arriba de los .400, o aquellos amigotes y amiguitas de los organizadores, que tuvieron a bien rolarles algunos boletos.
En la Zona Platino, el costo del boleto fue de 2 mil 800 pesos, una cantidad que equivale exactamente al costo de la inscripción en la licenciatura en Entrenamiento Deportivo en el Centro de Estudios Superiores del Estado de Sonora. O iba a ver a la Shakira, o inscribía al plebe en la escuela. Opté por lo segundo.
La Zona Oro tenía lugares a los que se podía acceder por módicos dos mil pesos, que equivale más o menos a lo que cuesta llenar el refri y la alacena para una semana completa. O comíamos, o me iba a ver a la Shakira. Opté por lo primero.
Una zona más económica era la General Preferente. Allí el boleto tenía un costo de mil 500 pesos, que es aproximadamente lo que cobra la Tartamuda, una morrita de conocido Table Dance capitalino, que no canta como la Shakira, pero también le entiende a eso de dar berridos y contonearse al ritmo del Waka Waka.
El costo del boleto más económico, en la Zona General, era de 700 varos, pero júrelo usted que de haberlos tenido en ese momento, no los habría gastado en el concierto de la colombiana, y les habría dado un mejor uso.
Por último, quedaba la opción de ir a escuchar a la Shakira desde las afueras del estadio, porque hasta eso que la noche estaba bastante sugestiva: aire fresco y olor a lluvia inminente, pero también desistí.  Y qué bueno, porque ya entrados en gastos quizá me habría tocado estar entre la turbamulta que se metió de ‘columpios’ cuando los polecías abrieron una de las puertas para que el estadio no se viera tan vacío, atropellando a cuanto cristiano agarraron desprevenido.
Peor aún, quizá me habría tocado un lugar entre los arriesgados fans de la colombiana, que se treparon a una cerca, misma que no resistió el peso de la fanaticada, y se vino abajo aplastando a señoras y niños, dejando una docena de heridos que hicieron trabajar horas extra a los socorristas ahí presentes.
Afortunadamente la cosa no pasó a mayores y no hubo heridos de gravedad o en el peor de los casos, un muertito que lamentar, porque entonces sí estaríamos asistiendo a un nuevo escándalo por la falta de medidas de seguridad, la desorganización, la improvisación, la negligencia, la falta de supervisión y todo eso que luego sale a flote tras una tragedia.
Providencialmente, aquello no pasó de esguinces, magulladuras, luxaciones, golpes contusos y un susto mayúsculo. Sin embargo, quedó claro que los organizadores fallaron y pudieron haber propiciado una tragedia que a estas alturas ya tuviera a varios en la ruta del Ministerio Público.
Hermosillo es una ciudad que está lista para presentar espectáculos como el de Shakira, e incluso de mayor envergadura, como ya ha quedado de manifiesto en anteriores ocasiones. Los que no parecen estar preparados para prever situaciones de riesgo, son quienes esta vez se encargaron de la organización del concierto de la colombiana, y estuvieron a punto de provocar un desastre que salpicaría hasta las más altas esferas del gobierno.
 El concierto en el Héroe de Nacozari apenas sobrepasó los 11 mil asistentes. Ignoro que hubiera pasado si se dan cita ahí las 26 mil personas que se esperaba acudieran a ver a la estrella sudamericana.
Un factor a considerar, es el afán de lucro que contienen estos eventos. Las abultadas ganancias que generan mueven los resortes de la ambición, y si de por sí hay algunos que son risueños, con estas cosquillas pierden la noción de lo que están haciendo y no miden las consecuencias de dejar al ‘ahí se va’ aspectos tan importantes como las condiciones de seguridad para el concierto.
 Una diferencia notable se puede apreciar, por ejemplo, si se toma como referencia el concierto de Víctor Manuel y Ana Belén, que organizó en octubre pasado la Universidad de Sonora, en el estacionamiento del gimnasio universitario. Miles de hermosillenses acudieron a escucharlos, sin que se registrara el más mínimo incidente.
 Durante las Fiestas del Pitic, también se han organizado conciertos masivos, sin que se presenten casos como el del Héroe de Nacozari; lo mismo que en la Expo Gan, donde se dan cita decenas de miles de espectadores a los conciertos de artistas renombrados.
 Pero en el concierto de Shakira algo falló. Alguien falló, y la pregunta que queda en el aire es si la vocación de promotores de espectáculos de algunos funcionarios públicos, seguirá por la vía libre, lo cual puede resultar muy peligroso…

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