miércoles, 2 de junio de 2010

Caro Quintero

Sin pedir audiencia

Carlos Martínez Macías

ya estaba en Jalisco, la noticia del traslado de Rafael Caro Quintero del penal federal de máxima seguridad al Reclusorio Preventivo de Puente Grande, dejó frío a más de alguno. Y eso que apenas se movió unas decenas de metros.

Para autoridades estatales representa un riesgo de seguridad por lo cual ya anticipan reforzar la vigilancia en torno al penal; para algunos hombres de empresa y la política, significa en el menor de los casos remover las pesadillas de aquel tiempo en que tuvieron relación con el capo sinaloense.

La historia personal de Caro Quintero que lo llevaría de las páginas policiacas a las del corazón, incluyó la inyección de cientos de millones de pesos en el lavado de dinero de decenas de empresas en Guadalajara y los fabulosos regalos de autos Grand Marquis a políticos que luego tuvieron que esconderlos.

De aquellos años cuando su detención, comenzaron a fluir historias negras y leyendas urbanas. Por ejemplo, al ser desmantelada la operación del rancho El Búfalo, en Chihuahua (unos 12 kilómetros cuadrados de tierras con alta tecnología para producir mariguana), fue revelado que once mil trabajadores estaban prácticamente secuestrados trabajando los campos.

Pero un vecino mío en Hermosillo llegó al barrio en una motocicleta nueva que presumía haber comprado de su trabajo en el norte donde no tuvo que cruzar la frontera. Unos meses después él mismo nos contaría que huyó por la sierra todo cortado y viajó por días hasta llegar a Sonora. El ejército había terminado con el negocio en Chihuahua.

En Caborca, Sonora, Caro tenía un rancho, El Castillo, una construcción fastuosa que dominaba el valle sembrado de mariguana. A fines de los ochenta y ya con Rafael en la cárcel, helicópteros artillados volaron sobre ranchos cercanos al poblado y ametrallaron las propiedades y una finca en pleno Caborca. Cuatro jóvenes murieron en el ataque.

Entrevisté en aquel tiempo a Miguel Ángel Caro Quintero hermano de Rafael, quien me dijo que aquel fue un crimen y que él se dedicaba a la agricultura. Hoy el mismo sujeto está preso en Colorado acusado de introducir droga a Estados Unidos y sentenciado a 17 años de prisión.

Recuerdo de aquel viaje que hice a Caborca que encontré a agentes de la delegación de la PGR tomando vino en la alberca del hotel propiedad de Miguel Ángel Caro Quintero. Uno de ellos, conocido de Hermosillo, me alcanzó a decir: “Mejor no le muevas”.

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