Admito que pitorrearse de la sexualidad culpable de religiosos turulatos es tentador.
Hace algunas semanas en el muro de Facebook de un amigo (que es ateo y escéptico como yo) ví la siguiente foto. Admito que pitorrearse de la sexualidad culpable de religiosos turulatos es muy tentador. Por otro lado creo que muy facilón y brinda una satisfacción efímera, como ponerse a dar de zancadillas a alguien que acaba de perder una pierna. Para saber más sobre el mentado estudio del culposo sexo devoto me senté ante Google y le dije: “Oh señor google dime por favor más sobre este estudio, ¿acaso los investigadores le bajaron los calzones, como si fuera chiste, a un mormón, a un católico y a un ateo y luego les preguntaron sus impresiones?”
Después de algunos clicks dí con la respuesta. Resulta que para llegar a la conclusión de que un cogidón satisfactorio y la religión no son buena mezcla (tengo la impresión de que el infame padre Maciel no estaría muy de acuerdo con esa hipótesis), un investigador independiente que trabaja de psicólogo organizacional y que antes de eso chambeaba de psicólogo clínico, junto con su asistente, una estudiante de psicología de la universidad de Kansas se sentaron frente la computadora y pusieron en línea una encuesta mentada “Sexo y secularismo.” El primer día recibieron 2500 respuestas.
Todas las respuestas de gente que ya había abandonado sus iglesias y que se describía a sí misma agnóstica o sín creencia religiosa. Los que reportaron haber sentido más culpa por sexo habían sido los que fueron criados mormones, testigos de jehova, adventistas del 7mo día y baptistas, seguidos de los católicos y los luteranos.
Hay quien señala que el estudio tiene defectos, entre ellos que no pasó por un proceso de revisión por pares, además de presentar problemas metodológicos de selección de encuestados.
A mí todo esto me recuerda una lectura reciente que hice de Carlos Monsivais, El Estado laico y sus malquerientes. Ahí hay un texto del poeta Hugo Gutierrez Vega en los que se “evoca la formación conservadora en la provincia entre 1940 y 1955″.
Los conservadores de ese tiempo “tan afligidos por el triunfo de los revolucionarios” centraban su formación en “las acechanzas de la carne, los malos pensamientos y los tocamientos impuros”.
A continuación va el texto de Gutierrez Vega donde evoca a unos tíos, Prisciliano y María de las Mercedes, de los Altos de Jalisco y modelos de pudor cristiano: Tenían ochos hijos, un pasar modesto un lugar discreto y bien consolidado en la vida social. Cuando acordaban cumplir el débito conyugal [coger, pues], esperaban a que todos los habitantes de la casa estuvieran dormidos. sobra decir que dormían en habitaciones separadas para evitar las tentaciones provenientes de los roces de lo cotidiano[...] Hecho el silencio propicio, el virtuoso marido se calzaba las pantuflas de felpa y, cautelosamente, se acercaba a la puerta abierta del cuarto de su cónyuge. Tocaba y, para no pasar por deseosa, la ejemplar matrona no contestaba.
La segunda vez se movía en el lecho para dar a entender que estaba despierta y la tercera preguntaba, con voz ahogada por los edredones, cobijas y la sábana santa. “¿Quién es?” Prisciliano replicaba: “Tú esposo soy. ¿Estás dispuesta a recibir obra de varón?” “Dispuesta estoy y todo sea para mayor gloria del Señor”, admitía la dama.
Prisciliano entraba, apagaba la temblorosa palmatoria y, sin desarreglar las ropas de cama, se metía entre las cobijas. Ya en los brazos del torbellino sensorial, Prisciliano exclamaba: “Y ahora sí como que me la retuerces, Merceditas”.
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