Martha sevilla y Raquel, |
Aracely Celaya Mann
El ariete caborca
El ariete caborca
En Tegucigalpa, Honduras, la vida transcurre como la rutina de todos los días, levantarse al amanecer para alcanzar hacer una buena sartén de comida y salir junto con varios vecinos a vender entre los visitantes, actividad que realiza Martha desde hace años, y que gracias a esto, ha logrado sacar adelante a sus seis hijos, pero su corazón siente el dolor de una ausencia prolongada y silenciosa, que le carcome el alma.
De pronto una revuelta de voces interrumpe sus actividades y sus pensamientos, escucha con atención que algo sucede, es la llegada del Alcalde de su pueblo quien busca entre las familias algún pariente del señor Gustavo Sevilla Cardona, quien desde hace dos meses yacía en una cama de hospital en calidad de desconocido y padece una enfermedad derivada de un traumatismo craneoencefálico.
En ese momento, se agolpan los miedos en su alma y en segundos pasan por su mente la imagen de su hermano, quien desde hace diez años dejo su país, para irse en busca del sueño americano, pero que su enfermedad de alcoholismo, lo ha llevado a desaparecer por meses y hasta por años de sus vidas, por lo que llega una noticia poco alentadora para la familia Sevilla Cardona…
Marcada por la experiencia personal Raquel, la encargada la oficina de servicio social del Hospital General de Caborca, tiene una misión férrea, quitar del recuadro del paciente de la cama 17, una sola palabra que le calca la mente: “Desconocido”, por eso, sus días desde el pasado 6 de Abril, están abocados por saber quién es ese hombre de tez oscura, y pelo ondulado, que permanece casi inconsciente después de que fue trasladado desde el vecino municipio de Altar, al encontrarlo tirado en un lote baldío sin ninguna identificación por personal de Protección Civil.
Pasan las horas, y su tarea es reforzada por dos enfermeros del Hospital de Caborca, Marisela y Pablo, quienes saben que en sus manos se encuentra luchar por la vida de aquel “desconocido”, quien por espacios recobra la conciencia y logra comunicarse, para darles la primera pista, su nombre: Gustavo.
Apoyados con una cartulina donde se observan todas las letras del abecedario, los tres entusiastas empleados del nosocomio caborquense, se comunican con el hombre con un cerrar y abrir ojos, el cual ya tienen más de tres semanas, sin poder hablar producto de una toracotomía, que lo mantiene con vida y le da respiración a su maltrecho cuerpo, junto con el alimento diario.
Con un primer triunfo, la trabajadora social, Raquel Benítez Díaz con diez años de servicio dentro de la institución, pide el apoyo al Instituto de Migración y al Consulado Mexicano, para que difundan su fotografía en los países centroamericanos, porque tiene la firme convicción que su piel y sus rasgos, son de una persona de origen hondureña.
Sin saber a ciencia cierta, si algún día podrá encontrar a su familia, la joven mujer, sigue su lucha por encontrar el origen de Gustavo, por lo que imprime de una página de internet, un mapa geográfico de Honduras, y se lo acerca al paciente quien con una chispa en sus ojos, descubre el departamento de Olancho en la parte central de Honduras, quien una y otra vez señaló con su mano, la pequeña localidad, además de dar un dato más, sus apellidos.
El revuelo entre los médicos y enfermeras, se hace grande porque lograron descifrar dos datos trascendentales, y con ello, la trabajadora social, logra comunicarse con la embajada de México en Honduras, quienes contagiados por el entusiasmo y la vehemencia de la caborquense, publican la fotografía de Gustavo Sevilla de 54 años de edad, en televisoras, radios y medios escritos, así como el que notifican de forma oficial, al gobierno de la pequeña comunidad para que ayude a dar con la familia de su paciente.
Con tres mil kilómetros de diferencia, Martha, la hermana de Gustavo, vibra de dolor, después de saber que su hermano vive, pero que quizás esa vida no pueda postergarse por mucho tiempo, al observar las fotografías de un cuerpo herido por tantos años de ir y venir sin rumbo y sin amor, envuelto en una sábana blanca y con la mirada perdida en un sueño profundo.
La alegría se volver a saber de él, poco a poco disminuye, después de entender que para cubrir la distancia que existe entre estos dos países, es difícil y peligrosa, porque retumban en la mente de todos, y más por los cientos de migrantes que han muerto en manos de los Zetas, o la sangrienta lucha que vive el gobierno mexicano con las bandas de narcotraficantes, las cuales son a diario relatadas por sus connacionales, pero todo se puede soportar cuando se tienen una meta fija: Viajar a Caborca, Sonora por su hermano.
Martha, la menor de los Sevilla Cardona, otra vez se seca las lagrimas y ahoga su llano en un largo suspiro, después de saber que los requisitos que pide la embajada de México en su país, para otorgarle un permiso especial son casi imposibles: Una cuenta de banco con saldo de más de 80 mil lempiras (cerca de dos mil 500 dólares), así como una tarjeta de crédito y una carta de sus hijos, quienes se comprometen a apoyarla económicamente para retornar.
Requisitos, casi imposibles para una familia, que vive con menos de dos dólares diarios, y como un milagro único y real, Martha, desconoce que sus rezos fueron escuchados por miles de personas en su comunidad, y esa semana, recibe la mejor noticia después de la de su hermano, se han recabado entre los miembros de la iglesia evangélica a la que asiste más de la mitad de lo que se requiere, y entre sus hermanos, se vendió todo aquello que se pudo, para recabar una cifra de dinero que jamás en su vida volver a ver junta, la cual queda como depósito y el resto se gasto en el pasaje Honduras-México-Hermosillo-Caborca y viceversa.
Con los ojos enrojecidos de tantas lagrimas que brotaron en el largo viaje, los caminos de Martha y Gustavo, este domingo por fin volvieron a juntarse, ahogada en un llanto lleno de agradecimientos y emoción, la hondureña piso suelo caborquense, con una maleta llena de esperanzas y poca certeza de cómo será su regreso, claro al lado de su hermano “tavo” como cariñosamente le dice, agradece que Dios, exista en la voluntad de tres personas que a pesar de todas las trabas que pusó el cuerpo del “desconocido” hoy, ha vuelto abrazar el frágil cuerpo de su propia sangre.
Con menos de 24 horas de haber llegado, Martha ha Caborca, el estado de salud de Gustavo es inmejorable, cuando cruzaron sus ojos la débil distancia de un espacio que ya no existe entre él y su familia, el llanto se hizo uno solo, porque a partir de esta fecha, llevará como carga única, no sólo el amor de su propia familia, también el de Raquel, Pablo y Marisela, quienes entregan día a día su experiencia y apoyo en un trabajo que más que eso, es simplemente su única opción de vida.
Mientras pasan las horas, Martha aguarda en silencio en la cabecera de la cama de su hermano, hoy empieza un nuevo reto, juntar los 500 dólares del pasaje de “Tavo” y sabe con certeza que el próximo 7 de junio en que se marca su fecha de regreso, otro milagro se hará presente, porque no existen imposibles en la vida de los que se aman y en los hombres de bien…
*Si usted gusta contribuir para juntar el costo del pasaje de Gustavo Sevilla, el cual se encuentra internado dentro del Hospital General de Caborca, pude hablar al teléfono 637 117 59 25 con Pablo Bautista Ruíz.
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Se admiten, madrazos, chingadazos si son justos y merecedores. Quien este libre de pecado que tire el primero