by Javier Quintero |
Silvia Gómez, oceanóloga y fotógrafa jalisciense, descendió a las profundidades del Golfo de California para mostrar de una forma poética todas las bellezas que existen en esta parte de México.
Desde 2004, cuando comenzó a tomar las primeras fotografías submarinas, esta investigadora del Centro de Investigación en Alimentación y Desarrollo, en el estado de Sonora, se propuso que la gente comprendiera que allá abajo hay algo divino que debe ser protegido.
Reunió más de diez mil fotografías con su Nikon D200 y sus lámparas especiales para la iluminación debajo del agua. Fueron años de expediciones a lo largo y ancho del golfo, con sus costas e islas, algunas tan alejadas que son casi vírgenes y solo por ello poseen una variedad más impactante de plantas y animales, desde las gigantes ballenas, hasta los más diminutos gusanos de mar, anémonas y flores.
Alcanzar este objetivo no fue algo sencillo, pues Silvia Gómez debió perderle primero el miedo al agua.
Cuando ingresó a la Universidad Autónoma de Baja California, en el municipio de Ensenada, ella tenía 18 años, un deseo ferviente de conocer lo que se escondía debajo del mar, pero un miedo absoluto a las profundidades.
Sus primeras clases fueron de natación, en una alberca. Tardó más de un año antes de acostumbrarse al agua, hasta que un día se sintió segura de sí misma y superó la difícil prueba.
Lo que continuó en su vida fueron las primeras clases de buceo para controlar la respiración y aprender a flotar y después tomó cursos de buceo avanzado y nocturno, justo cuando el mar y ella eran excelentes amigos.
Impactada por las maravillas submarinas, Silvia Gómez decidió que las plasmaría en fotografías y viajó hasta Francia para tomar un taller especial.
“Siempre me gustaron las artes visuales y aprendí fotografía en Mexicali, en Ensenada, en Hermosillo; pero finalmente hice un curso de fotografía submarina avanzada en Francia”, recuerda.
Con todos esos conocimientos encima, Silvia descendió nuevamente a las profundidades, acompañada de un equipo de guías, asistentes y buzos para sacar las primeras fotografías. Aparecían por miles en la pantalla de su computadora personal y aunque todas eran buenas solo unas pocas eran seleccionadas para una idea muy especial que comenzó a moldearse en su mente.
Abajo, en más de siete años de buceo constante, Silvia encontró corales antiguos, peces multicolores que se escondían entre las rocas cuando la veían acercarse y solo asomaban sus ojos saltones a manera de precaución, medusas que flotaban con exagerada paz y tortugas que se sentían dueñas de todo.
Abajo vio a los nudibranquios, unos gusanos que tienen expuestas sus branquias, con colores brillantes que la maravillaron. A ellos, Silvia les dedicó más de cinco meses para fotografiarlos en toda su plenitud y tomó un curso especial.
“Son especies excepcionales, impresionantes, magnéticas, con unos colores que denotan lo venenosas que son”, asegura.
Vio también a varios mamíferos que se divertían entre las olas y captó con la cámara paisajes impresionantes, mitad mar, mitad tierra.
Una vez reunidas las fotografías, esta investigadora mexicana, radicada en Hermosillo, decidió que haría un libro de alta calidad con las mejores imágenes, así que llamó a los fotógrafos Alina Kossio y Héctor Maldonado para que la apoyaran en la selección y la edición.
El resultado es una colección llena de colores y vida submarina, con fotografías que dejan boquiabiertos incluso a sus colegas oceanólogos.
“El libro está orientado a disfrutar lo que hay en el Golfo de California por la belleza misma. Es un tributo, pero también nos interesa que las personas conozcan las especies y sepan que a la próxima vez que vayan al golfo debajo del agua están todas estas especies y deben cuidarlas”, dice.
Ahora Silvia Gómez está buscando el financiamiento necesario para impresión de su libro de 326 páginas. Si todo resulta positivo, lo presentará en marzo de 2012.
Desde 2004, cuando comenzó a tomar las primeras fotografías submarinas, esta investigadora del Centro de Investigación en Alimentación y Desarrollo, en el estado de Sonora, se propuso que la gente comprendiera que allá abajo hay algo divino que debe ser protegido.
Reunió más de diez mil fotografías con su Nikon D200 y sus lámparas especiales para la iluminación debajo del agua. Fueron años de expediciones a lo largo y ancho del golfo, con sus costas e islas, algunas tan alejadas que son casi vírgenes y solo por ello poseen una variedad más impactante de plantas y animales, desde las gigantes ballenas, hasta los más diminutos gusanos de mar, anémonas y flores.
Alcanzar este objetivo no fue algo sencillo, pues Silvia Gómez debió perderle primero el miedo al agua.
Cuando ingresó a la Universidad Autónoma de Baja California, en el municipio de Ensenada, ella tenía 18 años, un deseo ferviente de conocer lo que se escondía debajo del mar, pero un miedo absoluto a las profundidades.
Sus primeras clases fueron de natación, en una alberca. Tardó más de un año antes de acostumbrarse al agua, hasta que un día se sintió segura de sí misma y superó la difícil prueba.
Lo que continuó en su vida fueron las primeras clases de buceo para controlar la respiración y aprender a flotar y después tomó cursos de buceo avanzado y nocturno, justo cuando el mar y ella eran excelentes amigos.
Impactada por las maravillas submarinas, Silvia Gómez decidió que las plasmaría en fotografías y viajó hasta Francia para tomar un taller especial.
“Siempre me gustaron las artes visuales y aprendí fotografía en Mexicali, en Ensenada, en Hermosillo; pero finalmente hice un curso de fotografía submarina avanzada en Francia”, recuerda.
Con todos esos conocimientos encima, Silvia descendió nuevamente a las profundidades, acompañada de un equipo de guías, asistentes y buzos para sacar las primeras fotografías. Aparecían por miles en la pantalla de su computadora personal y aunque todas eran buenas solo unas pocas eran seleccionadas para una idea muy especial que comenzó a moldearse en su mente.
Abajo, en más de siete años de buceo constante, Silvia encontró corales antiguos, peces multicolores que se escondían entre las rocas cuando la veían acercarse y solo asomaban sus ojos saltones a manera de precaución, medusas que flotaban con exagerada paz y tortugas que se sentían dueñas de todo.
Abajo vio a los nudibranquios, unos gusanos que tienen expuestas sus branquias, con colores brillantes que la maravillaron. A ellos, Silvia les dedicó más de cinco meses para fotografiarlos en toda su plenitud y tomó un curso especial.
“Son especies excepcionales, impresionantes, magnéticas, con unos colores que denotan lo venenosas que son”, asegura.
Vio también a varios mamíferos que se divertían entre las olas y captó con la cámara paisajes impresionantes, mitad mar, mitad tierra.
Una vez reunidas las fotografías, esta investigadora mexicana, radicada en Hermosillo, decidió que haría un libro de alta calidad con las mejores imágenes, así que llamó a los fotógrafos Alina Kossio y Héctor Maldonado para que la apoyaran en la selección y la edición.
El resultado es una colección llena de colores y vida submarina, con fotografías que dejan boquiabiertos incluso a sus colegas oceanólogos.
“El libro está orientado a disfrutar lo que hay en el Golfo de California por la belleza misma. Es un tributo, pero también nos interesa que las personas conozcan las especies y sepan que a la próxima vez que vayan al golfo debajo del agua están todas estas especies y deben cuidarlas”, dice.
Ahora Silvia Gómez está buscando el financiamiento necesario para impresión de su libro de 326 páginas. Si todo resulta positivo, lo presentará en marzo de 2012.
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Se admiten, madrazos, chingadazos si son justos y merecedores. Quien este libre de pecado que tire el primero