domingo, 28 de octubre de 2012

BATARETE... El hábito de la lectura


 de Ernesto Camou Healy, el El Domingo, 28 de octubre de 2012 a la(s) 14:30 ·

Ernesto Camou Healy

Ayer 26 de Octubre se inauguró la Feria del Libro de Hermosillo. Se trata de una ocasión inmejorable para promover la lectura y el acercamiento serio, juguetón, interesado y divertido a uno y muchos, a todos los libros.
Tuve la fortuna de pasar la primaria en aquel Hermosillo sin televisión, lo cual nos daba la magnífica oportunidad de permitirnos elegir nuestros juegos y nuestras diversiones. Nos pasábamos las tardes en el parque o la plaza, en la Cate, como la llaman los chavos de ahora. Las horas después de la escuela y la tarea eran para convivir con la palomilla, para vagar por un barrio, El Centenario, amable y seguro; para salir a las huertas y caminar entre los naranjos que ocupaban lo que ahora son colonias residenciales del oeste citadino, y para leer un poco de todo.
En la navidad de tercero de primaria me amaneció un estuche de aventuras: la colección juvenil Cadete, 60 novelas clásicas en edición para niños. Fue una llave para rescatar la imaginación, libros que me colocaban en algún lugar de la Mancha, luego en un Nautilus que vagaba por las profundidades del mar, para pasar después a la vieja Inglaterra con Arturo y sus caballeros; o con Dick Turpin, Ivanhoe o en París con Quasimodo…
Los devoré todos antes del sexto de primaria, y luego seguí con don Emilio Salgari y los lances de Sandokan y sus compinches; con Julio Verne y sus aventuras que predecían un futuro que estaba en ese momento, apenas arribando. Para cuando inicié la secundaria se anunciaba en el pueblo la televisión. En la Serdán ponían en los aparadores varios televisores prendidos mostrando sus pantallas grises, surcadas por monótonas líneas verticales, y enfrente una regular multitud en atenta espera a que, algún día, llegara una imagen adosada de sonido.
Cuando comenzó la programación estábamos alelados frente al aparatejo, corríamos a la casa del vecino que tenía el privilegio de contar con una,  y nos acomodábamos diez o doce niños a ver las infortunios de alguna actriz en su gustado papel de sirvienta en una mansión, a punto de enamorarse del niño de casa, o a oír cantar a las hermanitas Navarro.
Muy pronto me di cuenta que las lágrimas eternas de Gutierritos no eran competencia para el interés que me despertaban las hazañas de Sherlock o las correrías de Mr. Phileas Fogg para ganarle al reloj en su periplo global. Entonces preferí leer en mis tiempos libres y dedicar al televisor sólo las horas en que pasaba algún programa divertido: el de Pedro Vargas con el Chino Herrera; o las puntadas de Lucy y su marido cubano. Era buena la tele, sin duda, pero más divertida la lectura.
A ese hábito contribuyeron mi padre y mi madre que siempre dejaban un tiempo para leer alguna novela, un estudio sobre la naturaleza salvaje o un texto de historia. Verlos enfrascados entre las tapas de un grueso volumen sentó un ejemplo y un precedente que mucho les agradezco.
Con los años mis inclinaciones y la vida me llevaron a estudios en los que había que aplicarse a leer y entender lo leído, para reflexionarlo y aplicarlo a la propia existencia y la del entorno. Eso confirmó aquella proclividad infantil de tal modo que leer es ahora una parte importante de la propia cotidianidad. Y se agradece…
Ahora, la Feria del Libro de Hermosillo nos trae un sinfín de oportunidades de leer, de aprender, de divertirse leyendo. Se reconoce el esfuerzo y nos convoca a tomar rumbo al vado del río, a un centro comercial que alberga, por una semana, un mercado de textos, salas de conferencias y de proyecciones de cine y teatro. En esta oportunidad se le rinde un homenaje, muy merecido, a un autor cuya palabra y universo está enraizado en pueblos y esquinas, en veredas y acequias de nuestros pueblos, lo que lo hace sonorense y universal: Sergio Galindo, seguramente el escritor que mejor maneja el habla del pueblo del norte árido.
Es una fiesta que antes tenía lugar en la entrañable Plaza Zaragoza, con mucho un sitio más adecuado para tal empresa; pero mientras haya libros y oportunidades de leer y soñar, y de imaginar, y aprender, y de jugar, y perderse en el mar de las palabras que otros nos regalan, hay esperanza de lograr mejorar, nosotros y nuestro entorno.